Silvia
Elisa Aguilar Funes
Jesús
Magaña Gutiérrez, fotógrafo fundamental del espectáculo y la vida
cultural de México, falleció la mañana del 30 de marzo de 2015 a
los 81 años. Los especialistas de la fotografía subestimaron su
trabajo por estar tan ligado a la farándula, no obstante su legado
existe y vive en la memoria de muchos aunque no se le reconozca. Su
estilo, modelado por su afición a la pintura, el dibujo y las
vanguardias fotográficas se puede reconocer entre los cromos de
artistas y la foto de revista de espectáculos en las décadas de
1960 y 1970. Su formación y su trayectoria parecen predestinadas,
disfrutó los frutos de su talento y de manera precoz, forzado por problemas de salud, se retiró de
los grandes escenarios para brillar nuevamente desde las marquesinas
de los cabaretes hasta los años ochenta.
Fue el
fotógrafo que creó la imagen definitiva, sensual de Meche Carreño;
destacó la belleza de Olga Breeskin; fue el único que captó la
desnudez sugerida de actrices como Verónica Castro y Jacqueline
Andere. También fue responsable de los desnudos de actores como
Rogelio Guerra, Héctor Bonilla y Carlos Piñar. Asimismo, sus
retratos de Diana Bracho, Helena Rojo, Dolores del Río, María
Félix, Lucha Villa y todas las primeras actrices del momento,
persisten como retratos de una época específica presentada al
público desde una perspectiva del erotismo de gran sensibilidad
artística.
Jesús
Magaña, o Jemagú, como le gustaba firmar, vivía en medio de
recuerdos, de su trabajo, que finalmente es memoria impresa. Los
útlimos años, antes del asilo, en cada frente de su casa en
Muzquiz, acumulaba alteros de periódicos amarillentos y terregosos.
Había que abrirse paso como entre la maleza para colocar las sillas
donde nos sentamos a charlar todos los sábados de 2007, un año
entero entre fotografías, revistas, negativos y esoterismo.
Desde
su
infancia en Guadalajara, Jalisco, dibujaba. Tenía como modelo las
caricaturas de Walt Disney que representó en vitrales desarrollando
talento para la composición. En la adolescencia, Magaña empezó a diseñar
zapatos para el negocio de la familia, que se regía por la severa
mano de su padre. De tal modo, Jemagú únicamente gozaba de libertad al
dibujar calzado femenino. En la década de los 50,
cundo su familia estaba instalada en México, Magaña se enfrentó a
su padre para estudiar pintura y exigió vivir solo. La insólita
respuesta
del padre fue positiva, pues se arriesgaba a perder al eficiente y
prolífico diseñador de zapatos que amenazaba con irse del taller
que tenían en Tepito.
Poco a
poco, los estudios truncos en pintura y la primera foto tomada a
oscuras tras bastidores de un teatro, proveyeron los elementos para
futuras composiciones carnales, eróticas, originales. Jemagú me
contó sus inicios de la siguiente manera:
En la plaza de Santo Domingo había una señora que
vendía fotografías, le caía bien y me guardaba originales de artistas de cine. Ahí
conocí a Salvador Durán, un bolerito coleccionista. Un día Salvador me pidió que lo
acompañara al Teatro Lírico. Llegué a camerinos por primera vez. Él llevaba una cámara y
dijo: “Tómale fotos a las muchachas”.
En el pasillo tomé fotos a una tiple argentina que posó
en la oscuridad. El momento, aunque fallido, fue altamente adictivo. La segunda vez que lo acompañé retraté a Linda
Porto, en sentido estricto mi primera modelo porque sugerí las
poses. Esta vez llevé mi cámara Baby Brown. Motivado por la calidad fui a la revista Cinema Reporter y
le mostré a Cantú Roberts mis fotografías. Estaba viéndolas cuando de pronto cerró los ojos y se
puso los dedos en las sienes. Le pregunté si se sentía mal. Me respondió: “No. Me
estoy haciendo una chaqueta mental”. Me pagó el reportaje y me prestó una cámara
Rolleiflex que le regresé cuando compré una Minolta de la misma calidad.
A partir
de ese momento, Magaña empezó como free lance ofreciendo
sus
servicios a cuanta mujer se dejara capturar por su cámara.
Posteriormente, fue contratado como fotógrafo oficial de diversas
revistas de cine y televisión como Estrellas de Cinelandia. En cine,
participó como foto fija de diversas producciones además de realizar las
carpetas de presentación de muchos actores. Asimismo, llegó a ser el
fotógrafo oficial de la Muestra Internacional de Cine de Acapulco.
Meche Carreño. Foto: Jesús Magaña |
Gracias a su autodidactismo, a su pasión por conocer todas las propuestas fotográficas de sus contemporáneos, nacional e internacionalmente, desarrolló un estilo propio. Su mirada llegó a convertirse en la prueba de fuego para un actor en sus primeros pasos en la farándula mexicana. Él controlaba por completo los procesos: vestuario, escenografía, maquillaje, iluminación, cada fase era producto de su creatividad; constituía un equipo completo siendo un solo hombre. Así improvisara cortando la ropa de sus modelos, ellos accedían porque querían ser retratados por Magaña.
Incluso,
en la cúspide creativa, su estilo también quedó plasmado en las
revistas en las que colaboró, pues intervino en los diseños de las
portadas proponiendo tipografías, texturas, colores, lo que un
comunicador visual hace actualmente. Era versátil.
Elsa Aguirre. Foto: Jesús Magaña |
Durante
el año en que acudí a entrevistarlo en la casa donde vivía solo y
donde seguía escribiendo sus colaboraciones para revistas esotéricas
descubrí que sus materiales eran valiosísimos. Sin embargo, en
nuestro país nadie intentó nunca rescatar ese archivo pese a ser un
documento de una parte de la vida cultural y pese también a su
potencial lucrativo. Surgían ideas para ayudarlo a mejorar su
situación, por lo que junto con uno de sus
hijos, nos dimos a la tarea de recuperar algunos de los negativos.
El
material tenía que ser seleccionado así que pasamos muchas mañanas
inclinados sobre una pequeña caja de luz. Las imágenes nos
satisfacían, su propuesta era claramente superior a la de muchos
fotógrafos: desde los retratos de escritores, artistas y vedettes,
hasta las clásicas de viejitos de cantina y las familiares. Las
horas sobre los negativos en la vivienda húmeda y oscura, el dolor
de cabeza, valía la pena por ver aquellos tesoros sin revelar.
Jesús
Magaña, como otros personajes de gran talento, los últimos años vivió en un asilo. Para la mudanza de Muzquiz a la residencia de
ancianos en Coyoacán, lugar más próximo a los hogares de su familia, tuvo que
deshacerse de mucho material. En el caos, sus negativos fueron
malbaratados a un tianguista de cachivaches de segunda mano. Hasta
hace cuatro años todavía podía sostener una conversación
continua, incluso hizo retratos de algunos de sus cohabitantes con
una cámara sencilla, no profesional. Y también empezó a olvidar cómo fue que conoció a Meche Carreño o cuál fue el proceso
creativo con Silvia Pinal, ni cómo era su relación con Julio Bracho
o Alejandro Jodorowsky. También empezó a olvidar a Isela Vega, Angélica Chaín, Ana Bertha Lepe, Elsa Aguirre...
En su
momento, Carlos Monsiváis rechazó las fotografías para el Museo
del Estanquillo; el Instituto de Investigaciones Filmográficas de la
UNAM no pudo costear el rescate del archivo Jemagú; el Instituto de
Investigaciones Históricas de la Fundación Carso desestimó el
material. El Financiero,
Cuartoscuro, De Largo Aliento y
Milenio dieron atención en los últimos años publicar
semblanzas y comentarios sobre el fotógrafo de Guadalajara.
Verónica Castro. Foto: Jesús Magaña |
Hoy sus fotos están por allí, a la venta, anónimas como
estampitas de colección; en los periódicos de la Hemeroteca
Nacional, incluso en los blogs de fanáticos de los artistas
de las década del 60; en mi tesis de licenciatura; su material sigue
vivo en el colectivo que es la cultura y al que todos subimos, como dijo Alejandro
González Durán, uno de mis entrevistados del reportaje biográfico
gracias al cual me acerqué a la obra de Magaña.
De esa investigación tuve muchas lecciones de vida además de obtener un panorama más amplio de cómo funciona el mundo cultural y del entretenimiento en nuestro país. Agradezco haber estado cerca y haber tenido este aprendizaje valioso. Jesús Magaña Gutiérrez se va en días luminosos, ideales para recrear imágenes sensuales, de la belleza de la vida, como las que legó.
De esa investigación tuve muchas lecciones de vida además de obtener un panorama más amplio de cómo funciona el mundo cultural y del entretenimiento en nuestro país. Agradezco haber estado cerca y haber tenido este aprendizaje valioso. Jesús Magaña Gutiérrez se va en días luminosos, ideales para recrear imágenes sensuales, de la belleza de la vida, como las que legó.