miércoles, 20 de noviembre de 2013

Publicaciones Digitales


Baño ácido una tarde de domingo

en Ciudad Universitaria


Bajo el baño de ácido de nuestra hermosa ciudad, se llevó a cabo la presentación de las Publicaciones Digitales de la Dirección de Literatura de la UNAM. Esto fue a principios de septiembre del año en curso, 2013. No fue una presentación exitosa dado que los interesados sumaron 34 inicialmente, 33, 32, 31, 30 poco a poco, 29, 28... y terminaron en un puñado compuesto por compañeros de trabajo. 

Pudo haber sido decepcionante, pues se convocó a tal presentación en medio de un festival poco atractivo, diseñado para mostrar a los jóvenes que apenas ingresaron a las diversas escuelas y facultades de la UNAM la oferta cultural de esta institución. El festival se llevó a cabo sin revuelo, sin alcanzar la convocatoria deseada. Desde luego, una tarde de domingo lluvioso no esperábamos que nadie escuchara nuestra cháchara. Sin embargo, encontré una razón para sentirme agradecida por las tareas que realizamos en esta pequeña y perdida célula de Ciudad Universitaria. 

Escribo desde las catacumbas, unas oficinas ocultas entre el pedregal y la reserva ecológica. Se trata de un área pequeñita que cuenta con cinco personas encargadas de digitalizar un fragmento de toda la vida literaria de la universidad. Estas cinco personas no han sido las mismas desde el inicio: se han integrado a nuevos proyectos y han pasado la estafeta a otros valiosos compañeros. Como en la alineación de una banda de rock, los nombres del guitarrista, vocalista, baterista, bajista y tecladista se han alternado. Sólo que aquí tanto los instrumentos como las funciones se alternan entre editar, diseñar, corregir, ilustrar, digitalizar (escanear, pa' la banda), investigar y difundir. Y estos cinco inestables entes se dedican a publicar textos subversivos. 

Bueno, no, no se trata de subversión. Se trata de contenidos valiosos para quienes gustan de leer. Y son anónimos, como todo editor debe mantenerse. En este tono, una de las editoras que tuvo Material de Lectura (www.materialdelectura.unam.mx), tuvo a bien disfrazarse con la máscara tan en boga que usa la organización Anonymus para la presentación. 




Cuando se nos avisó que nuestra participación en el festival sería trepados en un ring, no creímos que fuera a ser lo adecuado. Estábamos buscando una presentación formal de nuestras publicaciones digitales, queríamos algo simple. Los editores de las páginas que estos roqueros forman (los productores de los discos, si seguimos el símil de la banda de rock) iban a dar la cara y contarle a los muchachos de qué se trataba nuestro proyecto. 

Un tono de rebeldía tomó por asalto el ring del Pabellón de Publicaciones en el festival. Mientras que los jóvenes huyeron de la lluvia y de las letras hacia el concierto de Rocko, Carmina Estrada, editora de Punto de Partida (www.puntodepartida.unam.mx) destacó el valor trasgresor de la revista: surgida en la década de la represión, en 1966, tuvo la función de difundir las voces jóvenes, las voces críticas y rebeldes; las plumas en formación. De esta preciosa revista han surgido ensayistas, poetas, narradores y artistas gráficos década tras década. Nada menos que una ventana a un sector de la juventud mexicana urbana, los universitarios, diciéndonos qué pasa por su cabeza desde hace casi cinco décadas.

El turno para cerrar, fue el de Ana Cecilia Lazcano, una mujer que trabajó en las ediciones de Material de Lectura desde los años ochenta, quien vio crecer el proyecto y cobrar importancia como ningún otro. Se trata de una serie antológica que recoge breves muestras de la obra de escritores de lengua española y traducciones necesarias para aproximar a los jóvenes la poesía y la narrativa de tantos autores del mundo. Así, Ana se subió al ring, contra Rocko, contra la lluvia, contra la apatía, y dio la espalda al público. Se colocó en la nuca la mentada máscara de Guy Fawkes y empezó a leer páginas apasionantes de diversos ejemplares de la colección.

Frente al grupo de siete u ocho oyentes que quedaban (muchas más sillas vacías), Ana terminó su lectura y giró hacia el público para decir que de eso se trataba la publicación que ahora estaba disponible en línea. Para mostrar a la audiencia el poder de las letras para perturbar los espíritus de los viejos y de los jóvenes. Ésta fue la maravilla: ver a Ana a unos pocos días de haberse jubilado tras haber dejado parte de su vida en la edición, todavía con la energía vibrante para dar a conocer nuestra modesta tarea.

Ojalá un día estas oficinas-catacumbas sean el Club Cavern de las letras, pero a tan lejana posición de ser más famosos que Cristo, sólo puedo compartir esa estupenda imagen de dos editoras comprometidas y honestas.

Y bueno, sí, soy una nerd que se emociona al editar.


viernes, 9 de agosto de 2013

Sumo este blog a la maraña de publicaciones personales que cada internauta va subiendo a la azotea virtual.

En México, muchas cosas inútiles, olvidadas o por componer, los llamados tiliches se acumulan en las azoteas, expuestos al sol, a las lluvias, al polvo y al plomo. Esto es lo que ha pasado con mi escritura: la he ido relegando, olvidando, descuidando y ocultándola en un lugar donde no puedo confrontar mis propias ideas, donde no se puede arreglar nada.

Estoy en medio de otra mudanza, la sexta en tres años, y es hora de sacar la basura de la cabeza; escombrar entre los tiliches a ver si queda alguna idea reluciente en un escondrijo o al menos una reciclable. Por ahí puede surgir algún ofendido o quizá cualquier otro especimen, algún interesado en espulgar entre sus mugres conmigo a través del dichoso blog. Les dejo mi tendedero de ideas y una foto de Manuel Álvarez Bravo, tomada en 1941, para empezar.



Manuel Álvarez Bravo, Desde la azotea, 1941,
tomada de la cuenta en Facebook de la Fundación Mapfre para la Cultura.