Algunas ideas sobre los cortos vistos en una función del Festival Internacional de Cine de la UNAM gracias a un amigo que es un brillante crítico de cine y cuyas columnas pueden leer en la revista electrónica Punto en Línea, Atalante.
Alemania-Dinamarca, 2017
Duración: 17'
Imágenes de video casero en blanco y negro de niños esquiando, días de campo en colores unidas por el sonido ambiente de aves en algún bosque que no es éste que miramos, que fueron captadas por separado mientras el hombre no estaba allí...
El director empalma dos discursos bien distintos para unir imágenes con sonidos inconexos aparentemente. Sólo al principio y al final aparece la verbalidad, palabras que presuponen lo terrorífico. En el prólogo, la voz distorsionada de una anciana que describe lo que ocurre al caer la tarde nos habla de cómo se desgarra la carne, se cae y expande la piel y se derrama la sangre. Uno espera espantos.
No obstante, al final lo que hay es lo humano, lo simple, lo sencillo, el lujo de pasar el día al lado del lago. El hombre disfrutando la naturaleza, los recuerdos, frases que nos hacen cuestionarnos lo que ocurre cuando estamos y cuando no estamos.
Hacia el cierre, entra música in crescendo, que lleva hasta la tensión el final con tomas de árboles, viviendas y edificios de concreto, solitarios, murales desconchados, como diciendo: "Mira acá, donde nadie ve, no pasa nada si no hay hombres, sin embargo, ahí está su huella".
El epílogo es una toma fija de un espectacular desgarrado y otra voz en off que describe casi con las mismas palabras lo que ocurre al atardecer. La voz de un hombre que ya no prevé carnes que se abren, ni sangre ni piel desgarrada. Como si las historias de la abuela fueran arrasadas por la urbanidad y por el presente, como si perdieran su misterio y su terror.